El hombre es un ser compuesto. Lo que vemos, el cuerpo, es
la parte física. Pero tenemos otra parte, que no es posible observar con los
ojos. No es física. No es palpable. No se puede tocar. Es intangible. Esta es
la parte más intrincada. Más difícil de conocer. Es una parte, hasta ahora y
con todo el avance científico, casi impenetrable. Bastante incomprensible.
¿Oculta?. Bueno, a partir de Sigmund Freud, y su teoría del psicoanálisis, John
Watson, Thomas Willis y otros, las cosas comenzaron a aclararse bastante.
Aunque ya de muy antiguo algunos estudiosos habían elaborado
cuestionamientos muy interesantes: ¿Qué y quienes somos? ¿De dónde venimos?
¿Por qué morimos? ¿A dónde vamos después de la muerte? ¿Cuál es el fin del
hombre?
Entre ellos podemos citar a: Séneca, Platón, Aristóteles,
Sócrates, Hipócrates, Galileo Galilei y otros. Y es que, en el campo de las
emociones, es imposible permanecer impávido. Porque existen los sentimientos.
El hombre tiene sentimientos. Y cuando existe alguien que no los posee o
manifiesta, cae dentro de una condición anormal, trastornada, patológica. De
modo que, de la misma manera como hemos podido determinar las dolencias y/o
enfermedades físicas, tangibles, las del cuerpo, y podemos tratarlas; de igual
modo hemos avanzado en el descubrimiento de las dolencias emocionales y, hasta
espirituales.
Así que, a través de la investigación y el desarrollo del
conocimiento, la ciencia (la filosofía, la sociología, la antropología, la
historiografía, la psicología, la psiquiatría, la neurociencia y otras), el
hombre, hemos llegado a la conclusión de que podemos lidiar con lo que se ha
dado en llamar: trastornos emocionales (trastorno, un término en discusión
todavía), de personalidad y psíquico o mentales.
La importancia de los mismos está cifrada en el hecho de
que, cualquiera de ellos, afecta todo nuestro ser. En consecuencia, es menester
prestarle atención firme y concienzuda. Determinada y responsablemente. Ninguno
puede negar que en un momento pierde los llamados estribos. O que la tristeza
le embarga. O que su manera de ser y/o de pensar en ocasiones choca o se
enfrenta con los demás, y a veces desmotivadamente. O que entiende que sus
ideas son las únicas y mejores. O que no soporta una determinada situación o
condición. O que ya no puede soportar más. O que se siente lleno de
culpabilidad. O que el miedo lo abruma. O que todo le da vergüenza. O que es
intolerante. O que está atrapado en una adicción (son muchas y diversas), él o
ella, o un familiar o amigo cercano... Bueno, sería muy prolijo enumerar todas
y cada una de nuestras emocionalidades, nuestras dificultades mentales o de
nuestra personalidad trastornada. Por ello, es saludable tener su consejero o
terapeuta de las áreas intangibles.
No se divorcie sin antes visitar alguno. No tome las riendas
de su vida si existe algún escollo en su personalidad. No corrija más a su hijo
sin tener asesoría profesional. No enfrente su problema de adicción o el de un
familiar sin orientación calificada. Y algo muy importante: CONOZCASE A USTED
MISMO. Es decir, ¿quien soy?, ¿qué quiero para mi vida?, ¿cómo lograr mis
metas?, ¿es realmente realizable mi objetivo?, ¿cuento con las condiciones para
lograrlo? Y esto solo es posible con ayuda profesional. Si no lo hace nunca se
encontrará, ni podrá satisfacer plenamente su ser. Hoy día el positivismo a
invadido las calles: ¡Tú puedes! ¡Sigue adelante! ¡No te detengas! ¡Lánzate! En
verdad, no son consejos totalmente inadecuados. Pero no es bueno lanzarse sin
paracaídas. Hasta la próxima.