Los temores no solo paralizan nuestro accionar, tambien nos empequeñecen y nos impiden alcanzar, aun lo que tenemos a la mano, a nuestro alcancen. Entorpecen nuestro desarrollo personal y terminan postrandonos en tierra. Hay que vencerlos. Hay que enfrentarlos. Y todo ello solo se puede lograr si reconocemos nuestros miedos. Si sabemos a qué le tememos. No debemos ocultarlos en nosotros mismos ni a los ojos de los demás. Es necesario confesar nuestros temores, a la vez que procuramos discriminar y determinar la razón y origen de los mismos. Su racionalidad y su irracionalidad. Su razón de ser y su sin razón. Cuando encontremos su origen, tendremos, sino el 50%, por lo menos ya estaremos cerca de esta cifra. Y luego, de ser necesario, debemos buscar ayuda. No se soluciona simplemente con escuchar a alguien decirnos: "No tienes por qué tenerle miedo a esto o lo otro" o "No entiendo por qué le temes a esto o aquello". O cuando nos aconsejan: "Haz esto o aquello". No. Pero, de seguro, si encontramos el origen de nuestro miedo. Si lo reconocemos. Si podemos comprendernos a nosotros mismos, triunfaremos.
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